Jn 12,20-33
Cuando nos entregamos al Evangelio y participamos de la Cruz de Jesús, terminamos por recoger los granos de la Vida que florecerán como “corazones en flor”. La entrega tiene una fuerte dosis de pasión, dolor y desgaste, pero al mismo tiempo, unidos al madero de la Cruz podemos producir muy buenos frutos.
Mirar la Cruz con este fondo de trigo, es mirar al propio Cristo que se hace pan molido, alimento y semilla de una nueva vida. Podemos ser jardineros de nuevos corazones, cuando no pensamos tanto en nosotros mismos y nos hacemos servidores de este Señor de la Cruz. Sumirada dolorida entreabre una puerta a la Esperanza. Sus manos desprenden cosecha del mejor trigo que no puede caer en tierra baldía sino en corazones que aman, para seguir dando fruto y que así el Amor siga impregnando el mundo.
Contemplemos tu Cruz, Señor Jesús. ¡Cuántos lamentos e insatisfacciones se nos acallarían si te vemos en la Cruz! Tiempo de silencio para amarte, Jesús. Para entrar en tu mirada, en tus llagas, en tu desvalimiento. ¡Cuánta vida nos das desde el madero! Tú sabes de dolores y de alegría compartida, de servicio y de fidelidad al Padre. Contágianos, Señor, con tu mirada desde la Cruz. Seguro que obtenemos no solo semillas sino también una nueva primavera de “corazones en flor”.
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