Marcos era un niño con poca voluntad. Cuando su madre le pedía que ordenara su cuarto, contestaba que sí, pero enseguida se le olvidaba y no lo hacía. Y cuando tenía que hacer los deberes, se sentaba a la mesa, pero no la hacía y se ponía a jugar a los videojuegos.
En una
ocasión, un niño y una niña de su clase iban a salir en una procesión de su
pueblo. Al saberlo, Marcos también quiso salir. Pero sus padres le dijeron:
-No saldrás, porque no tienes voluntad. Hay que andar mucho y estar en silencio. Dirás que sí, pero cuando sea el día, no cumplirás lo prometido -le dijo su padre.
-Si quieres que te apuntemos, debes demostrarnos que eres capaz de sacrificarte para colaborar en las tareas de casa -le dijo su madre.
Marcos se
quedó pensativo y decidió cambiar. Comenzó a ordenar su cuarto, a hacer los
deberes, a bañar al perro… Al ver este cambio, sus padres decidieron darle una
sorpresa.
Un día,
se encontró en su cuarto la ropa de penitente. Marcos se emocionó, abrazó a sus
padres y les dijo:
-Gracias por confiar en mí. Os prometo que seguiré mejorando mi comportamiento.
El día de
la procesión, Marcos hizo todo el recorrido con esfuerzo y en silencio. Y
aunque estaba un poco cansado, sintió que haber tenido voluntad le merecía la
pena. Al terminar la procesión, sus padres y sus amigos le abrazaron y le
dijeron:
-Estamos muy orgullosos de ti. Has acompañado muy bien a Jesús. ¡Felicidades!
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