Mc 9,2-10
El Evangelio nos invita a subir a la montaña, hacer la experiencia y bajar “revestidos” del Padre y del Hijo, con el ímpetu, la fuerza, la garra del Espíritu. ¡Qué bien se está! Pero ese “bien” hay que desparramarlo, para que siga floreciendo, creciendo y para que nunca, nunca se apague ni se agote.
Bajemos, transmitamos la historia de amistad, de amor que tenemos con Dios. Compartámosla. Es un misterio recubierto del tesoro más grande que podemos observar y que nadie nos puede quitar. Nos lo quitamos nosotros mismos cuando nos quedamos pasivos y no lo compartimos.
Oigamos la voz del Padre, escuchemos al Hijo, su Palabra hecha carne.
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