Mc 1,7-11
Bonita manera de cerrar el tiempo litúrgico de la Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor, en la que renovamos nuestras promesas bautismales, para retomar el compromiso de nuestra vida cristiana, siguiendo la señal que Dios nos traza a través del Espíritu. “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. En el bautismo oímos la voz de Dios que señala su “señal”, aquel que nos va a conducir a Él.En nuestro bautismo, nosotros mismos hemos recibido el mismo mensaje que el Hijo. Dios nos ama porque así lo quiere Él. No por lo que hagamos sino simplemente por el hecho de existir, de ser como somos. Todos necesitamos esas palabras de bienvenida, aceptación, de amor. Esto nos permite vivir la vida con seguridad, con esperanza, con ternura y compromiso. Recibir de Dios ese amor tan alto ha de movernos a la acogida y a la aceptación de los demás, nunca de su rechazo.
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